Tutankhamen y el Aten
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Akhenaten y Nefertiti con sus tres hijas mayores bajo
los rayos benéficos del Aten; Amarna, antes del año 8
por Patrick Philpott
Tut-Ankh-Amen
fue el 11º
rey, o faraón, de la 18ª Dinastía
egipcia, durante el Imperio Nuevo, y viviría aproximadamente entre 1340 y 1320 AEC
(antes de la era común): vivió unos 18-19 años. Por desgracia no podemos
precisar mucho más las fechas.
Para entender la situación del país durante su corta vida, es conveniente obtener una idea del trasfondo religioso de aquellos tiempos. Para empezar, hay que decir que los egipcios, desde tiempos inmemoriales, adoraban A una multiplicidad de dioses y diosas; los había que representaban animales, lugares, fenómenos naturales, conceptos abstractos etc etc, pero el principal, desde el albor de los tiempos, era Re, el Sol, que sostenía la vida en la Tierra y en el Más Allá. Amen, el dios de la ciudad que los griegos llamaban Tebas, donde se encuentran Karnak, Luxor, El Valle de Los Reyes y muchas cosas más, y de donde eran oriundos los reyes de la 18ª Dinastía, fue cogiendo en consecuencia más preponderancia durante ese período, hasta convertirse en el dios supremo, con el título de Amen-Re. Por otro lado, el Aten, que empezó su vida siendo la simple representación del disco solar, alcanzó categoría de dios durante la misma dinastía; como veis, la teología egipcia (¿y cuál no?) es bastante confusa, por lo menos para nosotros. Amen-Hotep III, el abuelo de Tutankhamen, le concedió aún más importancia a este nuevo dios, imponiendo su nombre al barco real y a varias de entre el gran número de sus edificaciones, e incluso llegó a hacerse llamar “El Resplandor del Aten”. También se hizo retratar al final de su reinado como hombre de edad bastante avanzada sobrado de kilos, en contra de la figura joven y atlética que adoptaban tradicionalmente los faraones. Además aparecía en escenas domésticas de cierta ternura al lado de su esposa, la reina Tiye, otra clara ruptura con la tradición.
Después de los 38 años del reinado de Amenhotep III, su hijo subió al trono como Amen-Hotep IV. En dos años había cambiado su nombre a Akhen-Aten “El que cuida/sostiene al Aten” , declarando que no existía más dios que el Aten e iniciando una campaña para erradicar el odiado nombre de Amen de todos los monumentos a lo largo del país – campaña de efectividad irregular, por cierto. Se cerraron todos los templos del dios tebano y se suprimió su culto, así como el de la mayoría de los demás dioses, lo que dejó a los miembros del todo-poderoso sacerdocio en el paro. Curiosamente, su esposa ya llevaba un nombre atenista desde el principio de su reinado, la bella Nefer-Neferu-Aten-Nefertiti.
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El 'durbar' o celebración del año 12. Detrás de la pareja real sus seis hijas, y delante una multitud de emisarios extranjeros y personajes de la corte |
Siguiendo con la manía constructora de su padre, en
estos primeros años, Akhenaten ,mandó levantar en Karnak entre 4 y 8 templos
consagrados al Aten, y en el cuarto año comenzó la construcción en un
emplazamiento virgen del Egipto Medio de una nueva capital monumental, Akhet-Aten “El Horizonte del Aten” - aunque hoy día le
damos generalmente el nombre de “Amarna” por la aldea moderna situada al lado de
las ruinas. Colocó grandes estelas en los límites de la ciudad proclamando sus
planes, que solían incluir estatuas o grabados de él y la reina con una o dos
de sus hijas, que fueron naciendo hasta un total de 6 en el año 12 del reinado; no hay constancia de que hubiera
hijos varones, aunque éstos no solían aparecer en las representaciones reales.
La revolución religiosa trajo consigo nuevas corrientes artísticas, más naturalistas y desenfadadas que las anteriores. Las figuras humanas se representaban de forma realista, aunque con rasgos algo grotescos al principio. Proliferaban escenas íntimas e inauditas de la pareja real: juntos con sus hijas adorando al Aten, paseándose por la ciudad en carruajes o jugando; imágenes de él escanciando vino para ella, o de ella sola o con su hija mayor, Merit-Aten (en Karnak). Incluso hay una escena en que la reina, ejerciendo de faraón, se ve ejecutando a unos prisioneros enemigos. Todo esto bajo el disco solar del Aten, cuyos múltiples rayos se extienden para acariciar a las figuras y ofrecerles sus dones. Los templos nuevos del Aten eran básicamente recintos a cielo abierto repletos de mesas de ofrendas, en marcado contraste con los patios columnados que conducían al santuario recóndito y oscuro de la deidad al fondo de los templos ortodoxos. Y en los textos escritos destacaba entre las oraciones “El Himno al Aten”, que guarda cierta similitud con los salmos del rey David, compuestos unos tres o cuatro siglos más tarde. Finalmente, hay quien mantiene que Akhenaten concebía a su padre como plenamente asimilado al disco, así que efectivamente al adorar al Aten , adoraba a su progenitor convertido en dios.
En este ambiente de herejía e innovación, vino a nacer, sobre el año 8º de los 17 o poco más del reinado de Akhenaten, en la ciudad que ahora llamamos Amarna, el futuro faraón, con el nombre Tut-Ankh(u)-.Aten, según reza un bloque descubierto en Hermópolis, al otro lado del Nilo. En el mismo bloque parece que se distingue el nombre de su esposa, Ankh-Sen-Pa-Aten, tercera hija de Akhenaten.
Notas;
1. La
ortografía egipcia resulta problemática para nosotros debido a que en muchas
sílabas no se escriben las vocales (como en el árabe). Así que encontraréis
Amen/Amon/Amun, Aten/Aton, Re/Ra etc en las transcripciones.
2. Esta
serie va dedicada a la memoria de mi gran amigo, el erudito Gaspar Rul-lán
Buades.